Ahora que se ha puesto de moda hablar de la “España vacía” es fácil descubrir dónde está, cuál es la “Tierra herida”. Basta abrir los ojos (los de la cara y los del alma) para comprobar que, en efecto, hay tierras que sangran olvido, marginación y dolor, que están acribilladas por el abandono, la resignación y el miedo a un futuro sombrío. Aun laten, pero lo hacen entre desgarros y cicatrices cerradas en falso. En esos lugares, atrapados por el destino y el pasado, viven y luchan los personajes de los relatos de “Tierra herida”, segundo libro de cuentos de Luis Miguel de Dios. Gentes tiernas bajo una dureza austera. Gentes que protagonizan anécdotas e historias propias del realismo mágico. Gentes que, sin saberlo, se mueven entre la épica y el lirismo, entre una existencia rutinaria y la hazaña diaria de seguir en pie, sin volver la cara a las adversidades. Gentes con una personalidad cincelada por el pueblo, el paisaje, la herencia y la tradición. Y al fondo, pero siempre presente, la amenazante emigración, el lacerante desarraigo, el adiós al paraíso perdido, el temor a que la “Tierra herida”, su tierra, acabe agonizando.